Mientras que por mi mente
deambulaba una frase un tanto piromántica que minutos antes leí, fue cuando la
vi, o quizás ella fue quien sin saberlo me vio a mí. Una bella señorita que
podría considerarse de piel morena, cabello rizado hermosamente rebelde y unos
lindos ojos color café, que ocultos tras unos lentes derriten con solo ver a
quien visto desde hace tiempo quería ser.
En aquel salón de clase un
tanto lúgubre y con aires de mausoleo, más o menos a las 7:45 de la mañana la
estuve buscando con la mirada, hasta que segundos después la encontré sentada
en los primeros asientos del salón, he notado que esa es su costumbre, digno
ejemplo de una estudiante hambrienta por el devenir del conocimiento. La clase
que no era para nada entretenida y mi mente que estaba un tanto distraída,
dieron como resultado que mi mirada estuviera fija en ella, la única señorita
que de aquel colmado salón de clase mi atención había llamado. Ahí estaba yo,
usando una gorra y con un aspecto más desprolijo de lo habitual, dejándome
crecer mi sátiro intento de barba tan solo para variar un poco. ¿Qué cómo
estaba vestido yo? la indumentaria no es que me importe para nada, aunque tampoco voy por la vida usando un poncho
previamente vomitado hablando de paz y amor entre caladas de marihuana.
En pocas, pero educativas
oportunidades, desbordante de conocimientos y dudas la he escuchado hablar, claro que totalmente maravillado, ya que tras todo lo que a simple vista se
puede llegar a ver en ella, hay algo más y de mayor importancia que una simple,
pero llamativa cara bonita. Su tierno tono de voz bastante moderado me tiene
encantado, al igual que ese resquicio de timidez que logro evidenciar en ella
aun sin comenzar a conocerla; un tanto asocial y eventualmente ensimismada, por
lo que he visto así es ella. Sus labios pintados de abundante rojo carmesí me
llamaron bastante la atención desde aquella primera vez que en el salón de
clases la vi... En mi tendencia a ir en contra de lo estrictamente convencional,
y pese a que siento cierto desagrado proverbial, que raya en desprecio moderado
por esas chicas de labios con excesivo lápiz labial, tal cual payasos
groseramente maquillados tan solo para entretener, debo mencionar que a mi
compañera de clase, sus voluptuosos labios pintados de rojo carmesí no se le ven
nada mal, no hay quien lo pueda negar fuera de la tradicional envidia
feminista. Aun no la conozco como quisiera, aunque creo que de intentarlo su
recatada personalidad parcialmente tímida me lo impidiera.
Breymer Maza