Mi condena,
Imágenes que llegan a mi mente sobre lo inconsciente que en su momento fui
contigo. Éramos los típicos amigos que siempre caminaban lado a lado, casi que
tomados de la mano, siendo confidentes en un sinfín de consejos cada día más
frecuentes. Mientras que un suspiro que se escapaba de tus labios interrumpía nuestras
cálidas conversaciones, y en tantas como ocasiones mi mente fantaseaba con cálidos
besos que apaciguaran esos pensamientos que solo tú inspirabas me recuentro con
mi yo taciturno en este frió septiembre repleto de recuerdos tan alegres al
igual que tristes.
Quién lo diría, lo agridulce que esto seria,
hoy tener que saludarte distinto a como antes lo hacía. No acepto el rumbo único que desencadeno
nuestra extraña despedida, ni mi desgana tras cada día de estar sin tu compañía
amiga mía; el efímero polvo que soy y que moldeo lo que hasta el momento fui
alza el vuelo con los vientos del desconsuelo anti-melodramático de un
cascarrabias empedernido. Hoy esas canciones que tanto me gustaban siguen sonando en mi reproductor mp3,
pero ya no le encuentro sentido alguno a sumarle más nostalgia a este peculiar
dolor que se hace más agudo cuanto más recuerdo que fui yo el que nos negó casi
que irremediablemente el siquiera poder ser amigos, y aunque hablemos
ocasionalmente de forma anacrónica es evidente que la amistad que hubo entre
nosotros murió, justo cuando uno de los dos se enamoró sin ser correspondido
por el otro.
De mi buena
memoria un par de veces he alardeado, y aunque en mi corta vida mucho me ha
ayudado, también me ha perjudicado… Recuerdo el dulce aroma de tu cabello
maltratado por la plancha, esas gotas de sudor que se deslizaban suavemente por
tu frente, pasaban por medio de tus senos para finalmente perderse en los
contornos de tu vientre. Como olvidar todas las historias de amor, odio y traición
que afablemente cada tarde me contabas, mientras que yo inmerso en mí propio
mundo de rarezas ligeramente comprendidas por tu ser pude ver, aunque demasiado
tarde y de forma estúpidamente objetiva que a mi confidente amiga ya no la veía
simplemente como una amiga… Desde aquel entonces con cada vez menos frecuencia
desvarío entre algo que según es música y una sonata compuesta de lúgubres
tonos de un romanticismo de arcada que me hace odiar ciertas decisiones pasabas,
ser o no ser un cuenta cuentos jugando a ser el escritor que eventualmente
escribe de forma romántica-despectiva, contando historias que ojalá pudiera
vivir junto a esa dama de naturaleza platónica para la que fui solo un libro
más en su biblioteca de deseos incomprensibles que hoy yacen acumulando polvo
en el desván metafórico de vivencias compartidas.