Una oscura
noche vagamente estrellada, un sentir tan propio como ajeno pidiendo a gritos
más que comprensión apego, una bella señorita de ojos color café diciendo
tantas cosas pero sin usar palabra alguna mientras se oculta a plena vista
evitando que nuevamente la lastime algún desgraciado interesado netamente en su
entrepierna.
Quizás,
solo quizás mis actos y palabras le han demostrado lo mucho que quererla
quiero, y si argumento es porque puedo hacer de mis mensajes fieles promesas
escritas a través de este medio electrónico; lo sé, lo sé, es cómico que este escritor
como artista contemporáneo le de tanta importancia a los recuerdos que en un
teléfono celular puedan llegar a estar. Quiero que sepa lo preciosa que se veía
ese día; si, si, recuerdo hasta como estaba vestida, tal muestra de belleza
subjetiva no pasa para todos desapercibida; sepa ¡oh señorita! que hay quien
encuentra cautivador ese destello de chica inteligente ensimismada que usted me
dejo ver, en esta decimoquinta primera impresión. Puede que suene algo
monotemático y un tanto tedioso por decir lo que a continuación diré, pero fue
ella quien hizo de esta cíclica descripción física mí monologo favorito: “Una
bella señorita que podría considerarse de piel morena, cabello rizado
hermosamente rebelde y unos lindos ojos color café, que ocultos tras unos
lentes derriten con solo ver, a quien visto desde hace tiempo quería ser”.
- ¡Hola! como estas, tiempo sin verte en
clase de estática.
María tiene
la culpa!! Aunque en aquel salón de clase un tanto lúgubre y con aires de
mausoleo comenzara este todo, que en realidad nunca fue nada; el papel lo
aguanta todo, (metafóricamente hablando) eso es verdad. Desconectado casi que
en su totalidad del escenario universitario ocasionalmente entretenido que me
rodeaba, y con la mirada fija en la parafernalia distractora que en mis piernas
en ese momento se encontraba, escuche que alguien de ronca voz femenina me saludaba,
subí la mirada y ahí estaba ella vistiendo una blusa de color azul marino,
recuerdo lo bella que se veía particularmente ese día.
- Bueno señorita Miriam, me encantó el hablar
contigo y haberte conocido un poquito mejor.
Su tierna
voz, la seriedad en su hablar, o quizás ese jovial tono que ella
particularmente le da, casi siempre acompañado de una hermosa sonrisa que
ilumina su rostro… Esa estudiante de ingeniería me tiene verdaderamente
fascinado. Entre risas y una que otra divagancia cacofónica hablar de ella con
ella me resulto muy placentero, rara vez en un primer encuentro verbal esto me
había pasado; tal fue el peculiar “lapsus brutus” por el que pase, producto de
tener cara a cara a quien desde hace un par de semana no sacaba de mi mente que
me quedé momentáneamente sin palabras, y una arritmia cardíaca en mí se
sobrevino, fueron algo así como segundos que podría considerar caóticamente
divinos... Quisiera poder ver lo estúpido que me veía (¡claro que lo hacía!),
desde los lindos ojos color café de quien estaba conversando conmigo ese día.
- -
Suponiendo que lo antes hecho no haya resultado
increíblemente mal, quiero que sepas lo mucho que me gustabas, tanto así que me
invadió un extraño miedo y por esa razón nunca te dije nada.
Espero que
por favor perdone a mis predecesores que la pretendieron y no supieron
conquistar su tierno corazoncito, el motor de esos gestos suyos tan bonitos,
los cuales me encantaban, y en ocasiones se lo mencionaba… No sé porque nunca
le dije que sus labios pintados de rojo carmesí me volvían verdaderamente loco, y es ahora
cuando noto lo evidente de este amor platónico edificado paulatinamente en el
reflejo de sus lentes.
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