sábado, 16 de septiembre de 2017

Reflexiones De Hombre Ebrio ( Parte 1 )

Todo me da vueltas, siento un golpeteo leve en mi cabeza que me marea, el suelo se siente como arenas movedizas, aunque estoy sentado tengo la certeza de que si me levanto me iré de lado o probablemente me caiga, me encuentro en un bar, en principio el lugar me parecía algo acobijador, refugio de almas desahuciadas en búsqueda del calor de un trago que apacigüe sus amarguras, mujeres solitarias a la espera de un caballero que las saque de la soledad, o tal vez de un vulgar y libidinoso bandido que las rapte con la promesa de sexo salvaje toda la noche seguido de una triste mañana en la que el hombre… ha desparecido, lugar de reunión de colegas, hombres de trabajo, charlas animosas, escondite del asesino solitario (leyendas urbanas o solo clichés de Hollywood), o de gente como yo, perdedores que abandonan todo por una mujer, una mujer de piel cristalina y dorada, que me besa continuamente y cuyos besos se deslizan por mi garganta, besos amargos pero adictivos, me seduce con promesas de noches relajantes, con mañanas llenas de dudas y dolores de cabeza, con tardes solitarias y el mismo ciclo se repite día tras día encadenado a ella, ella no me llamó, yo me entregue a ella, al principio fue como un noviazgo, nos veíamos ocasionalmente, después fueron encuentros más seguidos, cada vez necesite más de ella, del amor a la necesidad, y de la necesidad a la esclavitud, no me deja y sin embargo no me dice que no la abandone, simplemente está allí  esperando a que la tome entre mis manos y la vacié, que abuse de ella; suena salvaje cada vez que llevo su boca a la mía y la hago girar entre mis manos, no tengo poder para dejarla ir, veo el reloj, ya son las 11 el bar está casi vacío, unas pocas personas sentadas en las mesas, yo estoy solo con ella, mi ramera, mi karma… mi botella de ron.

La conocí hacía ya mucho tiempo, lunas lejanas llenas de recuerdo vividos y grabados a fuego en mi mente, como un tatuaje en la piel, era hombre de familia, amado padre, amado esposo, amado hijo, mi círculo familiar completo, el sueño americano hecho realidad, un hogar integro, un empleo que sustentaba todas mis necesidades y caprichos, amistades que terminaban de completar mi círculo, es difícil de creer pero era la perfección en carne viva. Pero nada dura eternamente, la fatalidad llamo a la puerta atacando a mi padre, ataque cardíaco, angina de pecho lo llamo el doctor, mama estaba destrozada, mis hijos confundidos, mi esposa… no lo podía creer, en mi trabajo me dieron licencia por duelo, no es de extrañar, 10 años en el departamento de supervision de estructura civiles no caen en balde, las condolencias de parte de los llegados y vecino  fueron bien recibidas pero había algo que no encajaba, no terminaba de asimilar, mi padre acababa de morir, es decir, se fue ya no está, no va a volver, no estará en navidad, ni día de pascua, no iremos en familia a la playa en vacaciones ni le traerá  más dulces a los niños en noche de brujas, aunque nuestra relación no fue la más afectuosa era mi padre y no pude evitar sentir ese vacío, esa ausencia paterna, como si en el rompecabezas de mi vida acabaran de robarle una pieza , una esquina, no digamos que una pieza ya tan imprescindible pero si una que descuadra mi rompecabezas… mi vaso está vacío, lo lleno de ron, doy un largo sorbo, y me vuelvo a evocar a mis lejanos pensamientos; ¿en dónde estaba? Ah si ya recuerdo,  nunca fui de mucho beber, en las fiestas solía tomar uno que otro trago,  preferiblemente de vino,  pero jamás beber en extremo o por lo menos de llegar a la embriaguez, la muerte de mi padre me llevo por una calle solitaria hasta la puerta de un bar, aun no sabía qué hacía en ese lugar, era como estar en modo de avión, no me llegaba ninguna señal lógica en el cerebro, me senté en la barra, no sabía por dónde comenzar o que pedir , recuerdo al cantinero que se acercó y me pregunto.

-¿Qué tienes?
-Nada.
-¿Qué quieres tener?
-En este momento un trago.
-Servido señor.

Pasaban las horas y el vaso pasaba de estar lleno a vacío, se volvía a llenar y se volvía a vaciar en un largo ciclo etílico, pase de estar mareado a perder la noción de mis movimientos, como si mis músculos fueran fideos, me caí al tratar de pararme un par de veces, luego… en blanco , desperté en casa con una resaca atroz, mi cabeza se sentía tres veces más pequeña de lo normal, la nauseas eran insoportables, creo que me vomite, vi rastros de vomito en mi camisa, primera vez que veo una mirada diferente en el rostro de mis hijos, extraña, como si vieran a una persona diferente, y como no reprochárselos,  no recuerdo ni como llegue a casa sabrá Dios que cosas hice o dije, resultado de mi primera noche con esa demonio.

- Reynaldo Zarraga 


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