Las civilizaciones desde sus
inicios, siempre han requerido de la existencia de deidades para justificar
fenómenos paradigmáticos que den cabida a la existencia misma desde un punto de
vista creacionista, más no evolutivo. No es de extrañarse que con el pasar de
los siglos algunos sofisticados demagogos hayan logrado proclamarse abiertamente
como figuras mesiánicas; quizás fue el pueblo el cual seducido por el ideal de
un “salvador” con cierta chispa de divinidad, otorgo poder, a quien hambriento
de poder estaba.
“El poder radica en la
apariencia del poder”, esta frase se le atribuye al renombrable emperador
francés Napoleón Bonaparte, el cual hacía referencia a que el poder se basa
meramente en la apariencia del mismo. Históricamente quedo demostrado en Europa,
cuando un político, militar y dictador Alemán, con un ideal utópico sobre la
creación de una nación poderosa y la erradicación de las razas que consideraba impuras,
conquisto
el corazón de un pueblo herido por los estragos de la guerra y la pobreza
extrema. El Führer de Alemania desde 1934 hasta el día de su muerte; Hitler
consiguió obtener creciente apoyo popular mediante la exaltación del
pangermanismo, el antisemitismo y el anticomunismo, sirviéndose de su talento
oratorio apoyado por la eficiente propaganda y las concentraciones de masas
cargadas del simbolismo de la ideología nazi. Inició
un proceso de eliminación de diversos
grupos raciales, políticos, sociales y religiosos que consideraba “enemigos de
Alemania” y razas que consideraba impuras, lo que le llevó a reasignar las
directrices a los campos de concentración para la liquidación sistemática de
comunistas, judíos, testigos de Jehová, gitanos, enfermos mentales y
homosexuales. Adolf Hitler fue causa de la muerte de diecisiete millones de
personas, incluyendo seis millones de judíos, un millón y medio de gitanos, en
lo que se denominó posteriormente “Holocausto”, logrando así, el mayor
genocidio de la historia conocido.
"Ustedes dirán, qué más
quieren, si ya tienen el poder absoluto. Seguro, tenemos el poder, pero aún no
tenemos a todo el pueblo. A ti, trabajador, no te tenemos en un cien por
ciento, y justamente a ti te queremos. No te dejaremos, hasta que te
comprometas con plena conciencia, totalmente con nosotros." (Robert Ley, 2
de mayo de 1933)
“El socialismo es un modelo basado en la solidaridad, en la fraternidad,
en el amor, en la libertad y en la igualdad”, esto suena verdaderamente hermoso
pronunciado por aquellos que muestran groseramente su riqueza, mas no para
aquella humilde madre de familia que lleva más de 6 horas haciendo una
humillante cola al estilo del castro-comunismo cubano (ahora ya moribundo),
para poder adquirir los alimentos necesarios para garantizar, al menos por unos
días, la subsistencia de los suyos. No hay cabida para si quiera hablar de
igualdad, si se trata de todos los ciudadanos inmersos en la pobreza e
ignorancia por igual; desfalcos mil millonarios a la nación, demuestran que un
pequeño grupo se hace cada vez más rico, mientras la gran mayoría no, todo lo
contrario, cada vez hay más pobreza, no solo económica, sino también moral,
social e intelectual. Resulta trágicamente vergonzoso, escuchar a un Ministro
de Educación diciendo que a los pobres había que dejarlos en su pobreza, porque
de lo contrario no apoyarían este sistema de gobierno. Ha quedado suficientemente
demostrado a través de estos ejemplos (o eso creo), las maravillas del socialismo
del siglo XXI, que en realidad se trata de una kakistrocracia, ya que solo en
un gobierno donde gobiernan los peores, es capaz de casi llevar a la quiebra a
un país rico en petrolero.
Nuestros gobernantes, han
convertido de nuevo al hambre en un grave flagelo social del pueblo, los más
desamparados deben enfrentarse a los horrores implacables como lo son: la
escasez, desabastecimiento e hiperinflación, la falta de
insumos y medicinas; en el caso particular de Venezuela, cuesta demasiado
si quiera conseguir un antigripal. Queda en evidencia que ya no se trata de un
modelo de socialismo fracasado, es una kakistrocracia cada vez más decadente,
la que nos ha llevado a esta crisis sin precedentes en la historia venezolana. En
las panaderías de mi país, hoy se pelea por comprar pan, nuestras fuerzas
armadas son principalmente empleadas para cuidar abastos y supermercados, en
las cárceles y fuera de ellas, los delincuentes son los que gobiernan… Podría
llenar muchas páginas con estas demostraciones ominosas, con las que esta
kakistocracia nos insulta descaradamente día a día; pero que quede claro, que
no pueden existir autoproclamados mesías, sin que haya un pueblo que los
respalde y que el poder no es el contamina, lo que contamina es la debilidad
humana cediendo ante el poder.
Breymer Maza