Sentado como si nada en
aquella banca de concreto un tanto deforme que yace en el pasillo central de la
universidad, tendencialmente ensimismado como es la costumbre de quien
eventualmente escribe relatos que quizás nunca llegaran a ser historias
vagamente contadas... Que quede en evidencia que discrepo de las mal llamadas casualidades
o sucesos que se pinten satíricamente como tal; más si me inclino por la causa
y efecto que hacen posibles que lo pueda llegar a pasar suceda en determinado
momento, y pese a que desconozco la causa que llevo a su anatomía hacia donde
sentado estaba yo, aún recuerdo cíclicamente el efecto que tuvo en mí aquel
fortuito evento de ese día al mediodía.
Desconectado casi que por
completo del escenario universitario ocasionalmente entretenido que me rodeaba,
y con la mirada fija en la parafernalia distractora que en mis piernas en ese momento
se encontraba, escuche que alguien de ronca voz femenina me saludaba. Una
momentánea arritmia cardiaca en mí se sobrevino, fueron algo así como segundos
que podría considerar caóticamente divinos. Pronuncie su lindo nombre, no sin antes
saludarla con un eufórico (casi que gritos) ¡Hola! seguido de una no tan inocente
pregunta, aunque sin ser pregunta; me extrañaba el atípico hecho de ya no verla
en aquel educativo escenario donde tarde a tarde sentada en primera fila esa señorita
tan inteligente de lentes, con piel morena, cabello ondulado y labios pintados
de rojo carmesí se encontraba.
Más que maravillado por su
tierna voz, la seriedad en su hablar, o quizás ese jovial tono que ella
particularmente le da, casi siempre acompañado de una hermosa sonrisa
iluminando su rostro que tácitamente malogra mi hablar; debo confesarlo, tener
cara a cara a quien desde hace un par de semana de mi mente no sacaba, dejo
momentáneamente sin palabras a quien de su improvisación y oratoria casi que
alardeaba. Una conversación sorprendentemente amena (con una que otra mala
palabra, pero no hay problema) fue lo que en ese mediodía se llevó acabo; rara
vez en un primer encuentro verbal esto me había pasado, y no creo que se trate
de “química” o alguna de esas babosadas de pubertos en pos de un romanticismo
de arcada, lo que en aquella fría banca de concreto se dio lugar. Entre risas y
una que otra divagancia cacofónica hablar de ella, con ella no me causo
problema alguno, mas bien fue algo demasiado oportuno; interrupciones no se hicieron
esperar, solo basta que esté en muy buena compañía, para que “todos” quieran
saludarme y preguntar como estuvo mi día… Quisiera poder ver lo estúpido que me
veía (suponiendo que lo hacía), desde los lindos ojos color café de quien estaba
conversando conmigo ese día.
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