viernes, 19 de agosto de 2016

¿ Sabes ... ?


El cansancio y la tristeza no son sentimientos tan diferentes como en ocasiones pensamos, ¿sabes? Resulta tan fácil confundir un estado de ánimo con otro basados en pequeñas similitudes que ignoramos, aunque de cierta forma también estamos tomando en cuenta… Es extraño lo poco que conocemos nuestros propios sentimientos. ¿Sabes que ayer me sentí totalmente renovada? Aunque anteayer me hallaba llorando como una asustada niña frente a un profesor; no era para nada mi intensión hacerlo, pero mi frustración ante aquella situación se vio reflejada en un caudal de lágrimas recorriendo mi rostro. Ahí estaba yo, después del cada vez más lúgubre atardecer, sola como es habitual, preparándome… no, no, por una vez no era algo de comer, y de repente, experimente un extraño sentimiento en mi interior.

Al principio pensé que solo se trataba de hambre, tras no desayunar y estar casi 3 horas haciendo una cola para poder comprar 2 míseros panes, otra cosa no se habría esperado, pero entonces tuve una idea tan verdaderamente incoherente… Se me ocurrió cruzar la calle para visitar a Daniela González ¿la recuerdas? Y comprendí que lo que me sucedía era que me sentía un poco sola. Minutos antes acababa de inspeccionar minuciosamente uno que otro libro y no me apetecía en ese momento leer ninguno de ellos. Sería bastante agradable tener compañía, me dije, alguien con quien compartir un rato como había hecho con Daniela. Eventualmente nos enfrascábamos en conversaciones no tan agradables, no era exactamente una persona muy letrada, más si hablaba de temas que a mí me interesaban.


A veces es hermoso cruzar un par de miradas con alguien y notar comprensión, aunque solo sea durante efímeros instantes de tiempo, pero esto inevitablemente puede alterar hábitos muy estimados. Al menos, sé que tú y yo nos comprendemos y que siempre nos comprenderemos de cierta forma, con o sin palabras vagamente rebuscadas, como solo pueden hacerlo quienes comparten un vínculo, amistad, hermandad o ese extraño e incomprensible padecimiento llamado amor; me refiero al amor entre parejas, claro está. Entonces, ayer por la mañana, mientras que pensando tirada en mi cama estaba, descubrí que el mejor antídoto para esos sentimientos de lasitud tan típicos en mí, es la actividad, ya que no tuve ni siquiera un instante para pensar en ellos desde que me desperté hoy, fue así como termine por olvidarme casi del todo inmersa en esos pesados y malolientes libros de ingeniería; sabes que al igual que tu siento cierto desagrado proverbial, que raya en el desprecio moderado por los libros en digital.

Sabes algo, no había leído nunca El Caballero De La Armadura Oxidada, y es tan edificante… A veces se pasa un poco de edificante, pero bueno sabemos que es un libro para neófitos de la lectura, de modo que es natural que entre sus páginas se oculten muchas moralejas destinadas esencialmente a niños y adolescente. Odio los libros, revistas, folletos y cualquier material audiovisual donde aparezcan animales parlantes. ¡Gracias por recomendarme enfáticamente un libro donde hay animales que hablan!

No te olvides de las flores rojas tan bellas que me prometiste, ha pasado un largo tiempo desde el último regalo que a sabiendas me distes.



Breymer Maza


jueves, 18 de agosto de 2016

En El Salón De Clases (Segunda Parte)


Sentado como si nada en aquella banca de concreto un tanto deforme que yace en el pasillo central de la universidad, tendencialmente ensimismado como es la costumbre de quien eventualmente escribe relatos que quizás nunca llegaran a ser historias vagamente contadas... Que quede en evidencia que discrepo de las mal llamadas casualidades o sucesos que se pinten satíricamente como tal; más si me inclino por la causa y efecto que hacen posibles que lo pueda llegar a pasar suceda en determinado momento, y pese a que desconozco la causa que llevo a su anatomía hacia donde sentado estaba yo, aún recuerdo cíclicamente el efecto que tuvo en mí aquel fortuito evento de ese día al mediodía.

Desconectado casi que por completo del escenario universitario ocasionalmente entretenido que me rodeaba, y con la mirada fija en la parafernalia distractora que en mis piernas en ese momento se encontraba, escuche que alguien de ronca voz femenina me saludaba. Una momentánea arritmia cardiaca en mí se sobrevino, fueron algo así como segundos que podría considerar caóticamente divinos. Pronuncie su lindo nombre, no sin antes saludarla con un eufórico (casi que gritos) ¡Hola! seguido de una no tan inocente pregunta, aunque sin ser pregunta; me extrañaba el atípico hecho de ya no verla en aquel educativo escenario donde tarde a tarde sentada en primera fila esa señorita tan inteligente de lentes, con piel morena, cabello ondulado y labios pintados de rojo carmesí se encontraba.


Más que maravillado por su tierna voz, la seriedad en su hablar, o quizás ese jovial tono que ella particularmente le da, casi siempre acompañado de una hermosa sonrisa iluminando su rostro que tácitamente malogra mi hablar; debo confesarlo, tener cara a cara a quien desde hace un par de semana de mi mente no sacaba, dejo momentáneamente sin palabras a quien de su improvisación y oratoria casi que alardeaba. Una conversación sorprendentemente amena (con una que otra mala palabra, pero no hay problema) fue lo que en ese mediodía se llevó acabo; rara vez en un primer encuentro verbal esto me había pasado, y no creo que se trate de “química” o alguna de esas babosadas de pubertos en pos de un romanticismo de arcada, lo que en aquella fría banca de concreto se dio lugar. Entre risas y una que otra divagancia cacofónica hablar de ella, con ella no me causo problema alguno, mas bien fue algo demasiado oportuno; interrupciones no se hicieron esperar, solo basta que esté en muy buena compañía, para que “todos” quieran saludarme y preguntar como estuvo mi día… Quisiera poder ver lo estúpido que me veía (suponiendo que lo hacía), desde los lindos ojos color café de quien estaba conversando conmigo ese día.

Breymer Maza


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